miércoles, 27 de junio de 2012

Adolescentes

Hoy he tenido una charla con mi quinceañero preferido.

Inconscientemente, he seguido el método que indicaban los expertos cuando mis hijos eran chicos: ponerme físicamente a su altura. Afortunadamente, él estaba sentado en el suelo, porque si hubiera estado de pie me habría tenido que subir a un taburete y habría sido un poco incómodo. Pero, allí, sentados los dos en el suelo de su habitación, la charla ha tenido muy buen rollito.

Y eso que empezó muy mal. Él se queja de que su hermana doceañera está muy mimada. Claro, que la susodicha doceañera se queja de que el quinceañero es "el niño bueno al que se perdona todo". Vamos, que esto a mí me deja claro que ambos se equivocan, pero a ver cómo se lo explico a ellos.

Afortunadamente, cuando las hormonas les permiten razonar, ambos son muy razonables. Lo malo es, que tienen los dos las hormonas en plena efervescencia, con lo cual, los ratitos razonables son escasos. Si a esto le añadimos la espada de Damócles que pesa sobre mi cabeza con la forma de la puñetera frasecita "me voy a vivir con mi padre", la cosa se complica mucho.

El "me habéis amargado la vida con lo del divorcio" añadido a las frases habituales de un adolescente: "soy el único al que no le dejan", "todos tienen más paga que yo"...  me hace sentir que esto de ser madre me viene muy grande. No sé cómo lo habrán hecho el resto de las madres de adolescentes del mundo, pero yo sé que yo lo estoy haciendo fatal.

sábado, 16 de junio de 2012

El misterio de las fundas de sofá

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Mi sofá lleva años pidiendo que lo renueve, pero como soy pobre, no tengo dinero para comprar otro, así que un día, según hacía la compra en pryca, ví unas fundas estupendas (sobre todo en el precio), estuve un buen rato estudiándolas, tamaños, colores,... tuve varias en la mano y al final me decanté por la roja.

Era estupenda: elástica, se adaptaba perfectamente, suave,... lo malo, es que era barata, y le habrás oído mil veces a tu madre, que lo barato sale caro, así que pronto empezó a descoserse-romperse por las costuras. Supongo que el hecho de tener dos adolescentes en casa, que nunca jamás se sientan en el sofá, siempre se lanzan en plancha, habrá ayudado un poco.

El hecho es que, como la funda me gustaba, y el precio merecía la pena, fui a buscar otra, para tener de quita y pon (de quita la vieja cuando vienen visitas y pon la nueva). Esta vez, elegí una de color naranja. Mira que bien, renuevo el salón cada semana por muy poquitos euros.

Lo malo fue, que al poco tiempo, estaban las dos fundas igual de viejas, así que fui a buscar una tercera. Y ahí comenzó el misterio.

La primera vez que las ví, os juro que había de todos los colores imaginables, incluídas unas marrón color mierda, que son estupendas para disimular la idem, pero que a mí me parecieron feísimas. Pues bien, desde entonces (y debe de ir ya para dos años), las únicas fundas que hay son las marrones. Que es que hago allí la compra casi todas las semanas, y que miro las fundas cada vez que me acuerdo, pues nada, sólo marrones. Ahí, en su estante, quietecitas, perfectamente colocaditas,... esperando a que algún desesperad@  que necesite urgentemente una funda, coja una de ellas. Que me entran ganas de marcarlas, a ver si son siempre las mismas y lo que pasa es que no han vendido ni una desde entonces.

Por eso, me pregunto yo esta manía monocromática ¿será por que se les ha acabado el tinte y no pueden comprar más? ¿será capricho del diseñador que querrá todos los salones de España igual de feos? ¿será otro de los recortes de la Merkel?

Si las fundas que se vendieron como churros fueron las de colorines, y las que no se venden ni pa'trás son las marrones, ¿es que el gerente de esa empresa no quiere fabricar fundas de colores porque lo que quiere no es ganar dinero con ellas, si no que no tengamos más remedio que comprar lo que a él le de la gana? ....hala, esta última frase me ha sonado como lo de las "preferentes". A ver si va a ser cosa de Bankia...
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jueves, 14 de junio de 2012

Estereotipos

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Hace unos años, era habitual escuchar a un conductor la típica frase "mujer tenías que ser". Y, claro, automáticamente se le ponía verde.

El resultado, es que ellos cada vez tienen más cuidado con no repetir cansinamente esos estereotipos absurdos. Ahora somos nosotras, las que repetimos cansinamente, las mismas bobadas sobre ellos: que si son todos iguales, que si sólo tienen una neurona y la tienen en su órgano genital...

Un día hice un comentario en casa sobre lo de que los hombres no pueden hacer dos cosas a la vez, y mi hijo, que tendría entonces unos trece años, me miró extrañado y me dijo "yo SÍ puedo".

Parece que se ha dado la vuelta a la tortilla, y que ahora somos nosotras las que abusamos de los estereotipos; tal vez sea la revancha por tantos siglos oyendo tantas tonterías (y las que nos quedan), pero yo creo, que ya es hora de que dejemos, unos y otras, de hacer chistes fáciles y comentarios fuera de tono, que no sólo no son síntoma de buen humor, y mucho menos de inteligencia, si no que hace que se enquisten comportamientos absurdos que no se corresponden con una sociedad del siglo XXI.
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viernes, 1 de junio de 2012

Yo estudié en la pública

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Y me fue bien. Por eso quería que mis hijos fueran a la pública, pero mi ex, quería privada, así que no me quedó otra.

Eso sí, privada concertada, o sea, pagada con los impuestos de todos; yo no sé por qué a la hora de recortar se nos olvida que por ahí se nos va una buena parte del dinero (demasiada diría yo).

Bueno, pues en cuanto pude saqué a los niños de allí, porque aquello no me parecía ni medio bien.

Los profesores, eran más o menos como en todos los sitios: unos mejores, otros peores, unos vocacionales, otros porque no encontraron un trabajo mejor... pero eso sí, si el profesor es malo te lo comes con patatas, porque a ver quién es el guapo que se atreve a protestar, mira que si los demás profesores van a coger manía a mi hijito...

El día que dije basta, fue uno en que había un grupo de madres despotricando de varias cosas, y una de ellas, ya no recuerdo cual, me parecía realmente importante, así que me ofrecí a apoyar: yo no podía liderar la protesta porque mi hijo todavía era muy pequeño y aún no le afectaba, pero a mí me interesaba que cuando llegara a la edad en cuestión, ese problema estuviera resuelto. Llevaríamos por lo menos media hora con el tema, más el tiempo que llevaran ellas antes de que llegara yo, bueno, pues fue decir yo: "vamos a hablar con la directora" y cambiarse el tema de conversación automáticamente.

Me pareció de una hipocresía absoluta. Pero lo que peor me pareció es que cuando mi hijo llegara a la edad de marras, yo haría lo mismo con tal de que el resto de los profesores no le cogieran manía.

Así que cogí a los niños y me los llevé a un lugar donde pudiéramos ser libres, antes de que me cambiaran los valores y las convicciones y hasta la manera de hacer las cosas.
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